En los últimos meses, el Reino Unido ha sufrido una serie de importantes perturbaciones en los vuelos. Atribuidas a una combinación de factores, estas perturbaciones han provocado retrasos, cancelaciones y desvíos de vuelos en varios aeropuertos del país. La escasez de controladores aéreos y un grave problema técnico son algunas de las principales causas que han contribuido a esta caótica situación.
El 28 de agosto se produjeron importantes perturbaciones en el espacio aéreo británico a raíz de un incidente que afectó a parte de la infraestructura técnica. El incidente provocó la cancelación de más de 1.500 vuelos el 28 de agosto y muchas más cancelaciones durante los dos días siguientes. Al menos 575 vuelos sufrieron retrasos también el 28 de agosto. Aunque el espacio aéreo del país permaneció abierto durante todo el incidente, los Servicios Nacionales de Tráfico Aéreo (NATS) introdujeron varias restricciones al flujo de tráfico aéreo para mantener la seguridad.
El 14 de septiembre, una "ausencia imprevista del personal" provocó desvíos, retrasos y cancelaciones en el aeropuerto de Gatwick. Debido a la escasez de controladores aéreos, más de 40 vuelos fueron cancelados o desviados y algunos viajeros se encontraron en lugares tan lejanos como Bélgica y Gales. NATS y las autoridades aeroportuarias pidieron disculpas por la escasez de personal y afirmaron estar al completo el 15 de septiembre. El 6 de septiembre se registró un incidente similar.
El 25 de septiembre, el aeropuerto londinense de Gatwick se vio afectado por importantes perturbaciones tras un brote de enfermedad, incluido el COVID-19, en la torre de controladores aéreos. Según la NATS, alrededor de un tercio del personal de control aéreo se había visto afectado por enfermedades, entre ellas la COVID-19. No se ha revelado oficialmente el número exacto de casos relacionados con el brote. En respuesta, las autoridades han impuesto un tope diario de 800 vuelos con llegada y salida en el aeropuerto de Gatwick hasta el 1 de octubre para mantener la seguridad. El objetivo es evitar cancelaciones de última hora. Ya se han cancelado al menos 164 vuelos debido a este incidente. Es posible que se produzcan más cancelaciones.
Es probable que los recientes problemas tengan repercusiones económicas, incluidas pérdidas financieras para aerolíneas y aeropuertos, así como posibles efectos a largo plazo en la reputación de la industria aeronáutica británica. La escasez de controladores aéreos también ha supuesto una inmensa presión para la industria de la aviación, y los principales aeropuertos, como el de Gatwick, tienen dificultades para mantener un funcionamiento normal.
El inesperado brote de COVID-19 entre los controladores aéreos añade una capa de complejidad a un escenario ya de por sí difícil, pues los esfuerzos por contener el virus y garantizar la seguridad pública chocan con las exigencias del transporte aéreo. El brote también ha suscitado preocupación por el impacto continuado de la pandemia en la industria de la aviación, ha provocado la interrupción temporal de numerosos vuelos y ha planteado dudas sobre la eficacia de las medidas de seguridad aplicadas en los aeropuertos.
En conclusión, las recientes perturbaciones de los vuelos en el Reino Unido han puesto de relieve la fragilidad del sector de la aviación cuando se enfrenta a retos inesperados. La escasez de controladores aéreos ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad del sistema, lo que ha provocado una reevaluación crucial de la dotación de personal y de los planes de contingencia. Al mismo tiempo, el brote de COVID-19 entre los controladores aéreos sirve de crudo recordatorio del impacto aún vigente de la pandemia en los servicios esenciales.
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